Roto


Hemos tratado mil veces de hablar decentemente; hemos perdido los modales. Y ahora no queda nada excepto un sabor amargo. Como si nos hubieramos tragado un espeso licor lleno de amor, uno de garrafón. Estoy harto, cansado ya de escuchar sonidos y palabras llenas de egocentrismo que rebotan en cuatro paredes, que además, siempre están pintadas del mismo color... Blanco o negro. Ya no hay nada que decir. De arrastrarme perdí el color de mis rodillas, de mis nudillos. Perdí el color en mis mejillas, en mi voz, en mis pulmones, en mi corazón. Blanco o negro.

¿Y ahora qué?

No hay nadie entre cuatro paredes. Nadie es dueño de mis manos, nadie es dueño de mis labios, nadie es dueño de mis sueños... Salvo yo. En cuatro paredes revestidas de recuerdos. Nadie lo entendería.

El silencio y yo en cuatro paredes sin puertas.

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