A veces la mitad de mí mismo rehuye de la cruel realidad que afrontan mis ojos; a veces incluso desearía que esa misma oscuridad me tragara. Pero entonces siento lo que se parece a una caricia. Es justo en ese momento cuanto deseo respirar, flotar, salir del mar de dudas y relativas presencias que me hacen sangrar cada día.
Todo está lleno de recuerdos incompletos y confusos, como si soñara veinticuatro horas al día. A veces no distingo la realidad de ese sueño, y me hago un ovillo en la cama... Una de esas que dejan olores en las sábanas, y que con el tiempo, vuelven.
Y la sangre sale de mi vientre, me revuelve las entrañas, se dirige a mis labios y sale disparada. Sangro dolor en su estado puro, pero sangro en silencio. Ni siquiera las arcadas despiertan a mi perra, que duerme a mi lado de la cama.
A veces, incluso, tengo la sensación de que ella me quiere más que cualquiera de los que pasaron por ella.
Sangro...
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