En cambio ahora no hay historias con perdices, porque son historias de perdiciones. No hay noches de verano, porque hay sudores y fatigas, y en las películas no hay vaqueros y bonanzas sino actores sobre actuados en escenarios de papel. Mis ojos se vuelven pequeños, pero no al reír. Se vuelven pequeños al verte ir. Y las arrugas ahora están en la frente, los pómulos prominentes y los labios secos.
No hay besos de buenas noches, ni princesas de cuento, porque duermo solo y no consigo olvidarme de aquella maldita frase de cuento.
Seguro que tú también soñabas con torreones y caballeros en monturas. Con dormir eternamente, o amar de la misma forma. Con luchar por el amor eterno, y no dejar que nada acabara con aquél.
La fortaleza de aquestos, caballeros de niños, se han vuelto como yo, pequeños enseres de sueños frustrados sin ánimo de lucha. Con arrugas en la frente, lágrimas en los ojos, historias de perdiciones y noches de fatigas...
Os comprendo, caballeros de cuento.
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