Contigo en la Distancia
-----------------------------
La suma de dos partes iguales, no siempre es dos. Acepto el recuerdo, afronto el presente, y asumo que la ley matemática se equivocaba esta vez.
Un barco de recuerdos
"Suena el teléfono. Me levanto del sillón, descuelgo y respondo, pero no es a quien yo esperaba. Contesto de mala gana, cuelgo, y me siento de nuevo. Las horas pasan, y todo sigue igual. Escucho el tic-tac del endemoniado reloj de pared, que por fín deja salir al cuco por el orificio. Cucu, uno, cucu, dos, cucu, tres... Las tres de la mañana. A la tercera va la vencida, pese a que segundas oportunidades nunca fueron buenas. Llevo esperando días, veinticuatro horas de cada día, por cada sesenta minutos en la hora... Y nada, todo sigue igual. Desespero, me levanto. Me dirijo ahora a la ventana, y miro receloso lo que mis ojos quieren mostrarme. Ahí fuera nieva, y bajo la nieve dos manos, sobre dos muslos, se tocan. Son dos jóvenes que comparten su tiempo. Mis párpados se cierran... ¿Qué sucede? Es el amor, que pasa"
"Voy al teléfono, marco, pero cuando lo hago cuelgo. No hay valor. Me siento, miro la pantalla y apunto con el mando a la televisión. Las noticias, nada bueno... La apago, miro el móvil, y espero. Nada, veintitrés segundos y nada.
Me dirijo a la ventana, pero esta vez no hay nadie. Suena el móvil.
Voy hacia él, y lo cojo, esmerándome porque no se escurra entre mis dedos. Y entonces lo escucho. "Todo ha acabado". Me siento, espero, cierro mis labios que se han quedado a la mitad de un suspiro, y cuelgo. Es a esto a lo que se resume todo. A una frase. A un fin determinado. Por intentar amar en días nevados sin llevar unas buenas botas, me congelo"
"Ahora lo comprendo. El agua caliente me reconforta en invierno. Salgo de la ducha, me seco. Me miro al espejo y han pasado veintitrés segundos sin mirar el móvil, que suena. Pero no lo cojo. Esta vez camino serio, hacia el salón donde he prendido la hoguera. Se acabaron esas noches de hielo. No estoy contento, pero respiro. Miro por la ventana, hoy no nieva. Sale el sol de la mañana. Me visto, y uso ese perfume que me lleva al primer momento. Me lleno de recuerdos buenos, donde los dos sonreíamos. Donde los dos decíamos "Te amo" sin recelos. Y entonces me doy cuenta... No han pasado ni veintitrés segundos, y aquí está el dolor de nuevo"
Arsénico por Compasión.
- ¿Doce? ¿Habéis matado a doce hombres?
- Matar no, liberarlos de su soledad... Estaban tan solos, los pobres...
El Amor Muerto
Los deseos que tuve al mirarte
tras clavos de noches sucesivas
fueron entonces pesadillas.
El deseo que tuve de amarte.
Los ojos que brillaban eternos
ya no brillan, se han apagado
las velas de la lumbre en mi vida
para poder ver a escondidas.
"Lacrymosa" bajo palio de rosas
blancas, eternas y marchitas
al final, donde todos nos esperan.
Allí estaré yo, sin tí.
El requiem que merezco es este,
abandonar el dolor que me causa
la cruda realidad que hay en tu boca,
y entonces... ¿A quién amé?
Se han agotado las horas,
este corazón no tiene más tiempo
para tí. No puedo esperar
eternamente a la nada.
Nuestros caminos se han desecho,
como los huesos en polvo se convierten
y la métrica en poesía en el lecho
de muerte, irradia luz mi alma ahora.
http://www.youtube.com/watch?v=J_oo-_M4g7Y&feature=related
¿Sabes? He aprendido a volar alto.
Las cadenas que has hecho para mi
no pueden atraparme, sonrío, si,
sonrío porque estás perdiendo.
Al ritmo de la sinfonía nº cuarenta,
mis pies desnudos danzan
alrededor de tu cadáver, sediento
de poder. Y mi alma vibra.
¿Sabes? He aprendido a quererme.
A no querer a otro más que a mi,
siempre que otro me quiera.
Y estas cadenas... No son mías.
Carne y sangre, en un festival
carnal de cuerpos vacíos,
y yo, que estoy encima, me río.
Maquina de matar corazones.
Suena la guitarra y pienso
cuánto tiempo hemos empleado
en crear nuestro plan
de aniquilación mutua.
¿Sabes? Yo sigo creciendo.
Nada de nadie
La espuma del mar
Un grano de sal, o de arena
Una hebra de pelo
Una mano sin dueño
Un instante de miedo
Una nota perdida
Una palabra vacía en un poema
Una luz de mañana,
Así de pequeña soy yo
Nada de nada
Nada de ti, nada de mi
Una brisa sin aire soy yo
nada de nadie
Un copo nieve
Una lluvia que llueve
Un pensamiento,
Un abismo entreabierto
Una palabra callada
Un "lo siento"
Un paso sin huella
Soy un camino que no tiene destino
Una estrella apagada,
Así de pequeña soy yo
Nada de nada
Nada de ti, nada de mi
Una brisa sin aire soy yo
nada de nadie
Un soplo de vida
Una verdad que es mentira
Un sol de invierno
Una hora en tu noche
El silencio de adioses
Un sin quererlo
Un segundo en tus sueños
Soy un peldaño subiendo tu escalera
Una gota sin agua,
Así de pequeña soy yo
Nada de nada
Nada de ti, nada de mi
Una brisa sin aire soy yo
nada de nadie...
Julio, el principio.
Sí, probablemente estuviera arrepentido de nuevo, como era costumbre desde hacía meses. Pero esta vez ya no podía sostenerme en aquél trapecio que constantemente se balanceaba entre la virtud y el dolor.
Me había costado determinarme y esta ciudad ya me sabía a poco. Sí, ya había pensado en ello. Lo fácil habría sido tomar impulso y salir pitando hacia Madrid, pero no era tan sencillo.
Todo cuanto había a mi alrededor ya no me llenaba, y las lágrimas que había recogido mi almohada era toda la historia que tenía que contar. Sin embargo esta noche no iba a ser diferente, y por tanto debía tener clara la manera de afrontarlo.
Mientras tanto el teléfono continuaba sonando. Me levanté y me dirigí al alfeizar del balcón después de cruzar la sala de estar, tomé el cenicero y volví a la habitación; me senté en la cama y dejé el cenicero en la mesita de noche, haciendo hueco entre otros múltiples trastos que allí habría dejado noches antes. Entonces cogí la que probablemente fuera la quinta o sexta llamada.
- Si, diga...
- ¡Por fín! ¡Marta! ¿Por qué diablos has tardado tanto en coger el teléfono?
- Ah, eres tú...
- Si, soy yo... ¿Estás bien?
- Claro, como siempre...- contesté mientras me colocaba bien la bata, que era lo único que llevaba puesto-.
- Bueno... Llevo días intentando localizarte pero ha sido imposible, no he conseguido dar con tu "cobertura".
- Si, ya sabes como son estos sitios tan alejados... Es difícil encontrarla. Si a eso sumamos que el redireccionamiento es lento y costoso, probablemente lo único que nos quede sea resignarnos...
Hubo una pausa, y después continué hablando.
- En fin... ¿Qué quieres?
- Tan solo quería saber de tí. Estaba preocupado, no se nada de tí.
- Bueno, estoy bien, ya sabes que no me apego mucho al móvil.
- Ya, cómo has cambiado. Antes siempre contestabas al instante.
- Eso fue hace mucho, cuando tu y yo éramos más que amigos... Aprendí que no vale la pena malgastar el tiempo en preocuparse.
- Noto rencor en tus..
- No- le interrumpí- ...No quiero continuar con esto. Lo que pasó, pasó.
- Está bien. ¿Estás segura de que va todo bien?
- Perfectamente.
- Pero creo que... ¡Estoy muy preocupado!- aumentó el volumen de voz.
- Por tercera vez, va todo bien, no tienes de qué preocuparte- dije despegándome un poco del auricular.
- ¿Seguro? Yo... En serio ¿Va todo bien?
- Por favor, deja de preguntármelo. He dicho que si, no tienes nada de lo que preocuparte, y no es necesario que grites, te oigo perfectamente bien.
- Si... Lo siento. Entonces... ¿Quieres que vaya a buscarte?
- No, estoy bien aquí. No tienes por qué preocuparte.
- Tu madre piensa que lo mejor es que regreses, y tu padre... Está muy preocupado.
- Puedes hacérselo llegar a los dos. Estoy perfectamente.
- ¿Y él? Nunca me gustó para t..
- Cálmate- le interrumpí- No es problema tuyo; además... Ya te he dicho que estoy bien.
- Está bien... ¿Me llamarás?
- Quizás te llame mañana. Cuidate ¿de acuerdo?
- Si, claro, haz lo mismo- dijo en un tono peculiarmente molesto.
- Claro, hasta pronto. Adiós - y colgué.
Era irónico pensar en cómo sucedían las cosas. Justo este, si, el que me acababa de llamar tan preocupado, hace años habría preferido verme en Cuncún antes que estar a mi lado. Y ahora... Ahora se preocupaba por mi y ese que debería haber sido mi pareja en estos momentos... Si es que yo, horas antes, no hubiera decidido continuar sola.
Justo en ese momento, la radio, que estaba puesta, dejó sonar una antigua canción, y no pude evitar sonreir por primera vez en mucho tiempo de puro gozo. Miré por la ventana, y ahora el mar al que el balcón de la 307 daba era mucho más azul.
Felices veintisiete años, Marta.
http://www.youtube.com/watch?v=xC6zkkygCvk&feature=related