Hoy voy a cerrar las puertas a todos los mirones; voy a cantarme una nana hasta soñar con algún tirano que se enfrente a mi habitual príncipe azul, ese que nunca llega a tiempo. Esta noche censuro el cerrojo de mi corazón y tiro la llave a un pozo infinito para que nadie la rescate. Del recóndito oscuro de mi alma, aquella que se zafa de las garras lascivas del mundo, es de donde soy yo esta noche.
Para que suenen las campanas compuse toneladas de momentos; pero murieron, como muere una larva antes de florecer en la primavera. Murió mi amor, como mil cristales empeñados en un solo escaparate que anuncia y revela la parte sangrante de la pasión que derroché. Y después solo llegaron ellos, sádicos insultos humanos que en su demencia creían poder pagar para comprarlo.
Allí estuve, crucificado y mudo. Allí observaba las estrellas todas las noches, soñando ser una fugaz que desapareciera del asqueroso ambiente que me rodeaba. Porque era mejor ser fugaz que muda, sorda e inválida, como las otras que centelleaban en silencio esperando un final de luces rojas.
Por eso esta noche termina, como terminan los cuentos, aunque solo sea una vez.
Qué fácil era decir "Y fueron felices, y comieron perdices"
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