Tengo un reloj que marca la hora, como nuestro corazón marca los latidos que nos quedan. Se cuánto falta para que llegue la hora, pero no cuantos latidos me restan de vida. El destino es siempre inestable, porque en realidad la estabilidad no es algo uniforme.
Cada latido supone un nuevo comienzo, un nuevo aliento que tomamos para exhalar más tarde lo que nos sobra. En esta vida todo supone un comienzo similar. Hasta el simple hecho de levantarse cada mañana es un nuevo comienzo.
Mis comienzos son a veces inestables, como la realidad es sí misma, pero no he perdido deseos ni esperanzas, así que la balanza continúa ubicándose.
Tengo un reloj que marca la hora a descompás. Cada minuto supone una extensa realidad dividida en sesenta momentos pequeños. Cada uno es una imagen de mí y no podía decir cual es más intensa.
La descripción de uno mismo siempre es difícil, porque nadie es o deja de ser, y siempre muta y actúa dependiendo del minuto en cada hora.
A veces el reloj se para y deja de sonar su "tic tac", pero mi corazón sigue latiendo y es entonces cuando extraño algunas cosas. Cuando de verdad me doy cuenta de que echo de menos algunos minutos de mis horas. Entonces procuro sacar lo mejor de aquellos minutos y plasmarlo en ese instante decimál. Cada segundo en cada minuto cuenta, y cada minuto en cada hora es importante. Cada hora es, a su vez, lo mejor que podemos tener en la vida... Porque si pasan las horas y estas completan los días significa que nuestro corazón sigue latiendo.
El latir de mi corazón acompasa mi reloj.
"Tic.tac.tic.tac.tic.tac..."
1 Corazonadas:
¿Sabes que? Tocada y hundida. Simplemente excepcional.
Publicar un comentario