Él era un hombre. Ella era una mujer. Él nunca hablaba, pero se expresaba bastante bien. Ella hablaba demasiado, aunque decía cosas sin sentido. Él vivía en un mundo de tinieblas. Ella habitaba las luces de su mundo. Ellos nunca llegaron a tocarse.

Él viajaba a otros mundos. Se fundía en las sombras. Se volvía intagible.
Ella habitaba la realidad. Custodiaba su cuerpo. Su férrea mano era de piel y sangre.

Ellos eran aquellos que se aman. Los que superan el espacio y el tiempo. Como el cosmos y la lógica, que se aman sin tocarse, sin desprenderse. El vapor que del fuego y del agua surge.

Él nunca se lo dijo. Ella lo repetía cada día. Él siempre lo sintió. Ella mentía.


Ellos siempre se amaron. Ellos se buscan, pero aún no se han encontrado.